Con la maleta cargada de ilusiones, el pasado viernes 22 de Febrero inicié mí viaje a Sevilla para hacer realidad un sueño, correr mi primer Maratón. Tras varios contratiempos surgidos previos al viaje, acuerdo con el compañero Javier "Espíritu González" (y con su libro "De Patrulla con Filípides", ambos inseparables) desplazarnos en su vehículo.
El viernes sobre las 21 horas llegábamos a Sevilla, el hotel elegido "Tryp Macarena" resultó ser la elección perfecta, completamente volcado con la organización y preparación del Maratón, coincidiendo en el mismo con los ganadores finales de la prueba (masculina y femenina) y con los dos más grandes maratonianos que ha dado este país, Martín Fíz y Abel Antón.
Después de instalarme, una cena abundante en hidratos y un paseo por el precioso centro histórico de Sevilla, era hora de irse a la cama, el fin de semana iba a ser intenso y emocionante.
El sábado por la mañana tocaba ir a por el dorsal, la feria del corredor, sin estar mal, no fue lo mejor de esta prueba, ni considero que estuviera a la altura de lo que los nuevos organizadores quieren para el maratón de Sevilla. Al menos tuvimos la oportunidad de conocer a Martín Fiz y fotografiarnos con él. Recogido el dorsal y tras una pequeña visita al Estadio Olímpico con mí compañero de entrenamiento y amigo Miguel Ángel, nos fuimos a comer, esta vez decidí probar el tapeo típico de la ciudad, dejando los hidratos para la cena de la noche.
Después de una buena tarde descansando las piernas y unos minutos de reflexión y recogimiento en la Basílica de la Macarena, situada a un minuto del hotel andando, disfrutamos de una exquisita cena de pasta con algunos de los compañeros del club que andaban desperdigados por Sevilla (Fernando Quesada y Javier Ruiz), vuelta al hotel y a dormir, había llegado el día.
A las 6 horas de la mañana sonaba el despertador, a pesar de los nervios, había conseguido conciliar el sueño y me desperté en perfectas condiciones. El resto de compañeros me esperaban en el restaurante del hotel para el desayuno. Sobre las 7.30 horas salimos para el Estadio, Sevilla amanecía fría en esos momentos pero tendríamos buena mañana para correr. Con la llegada al estadio me dí cuenta de que un Maratón no es una carrera cualquiera, es "La Carrera" más especial y mágica que existe, todo es diferente con respecto al resto de carreras y sólo estando ahí se puede entender como 7.000 tipos llevan varios meses entrenando duro para recorrer la distancia sagrada.
En el cajón de salida asignado coincidí con el compañero Javier Ruíz, todo un maratoniano veterano que me dio las últimas pautas a seguir y que un novato como yo debiera de saber antes de empezar en esta "locura" de correr maratones, gracias compañero!. A las 9 horas llegó el momento, la suerte estaba echada, los deberes hechos y sólo un plan, disfrutar y terminar la carrera sano y salvo, y si todo esto se hiciera por debajo de las 4 horas, entonces habría salido perfecto.
Mis sensaciones al empezar a correr eran indescriptibles, el ambiente que reinaba fantástico, miles de personas corriendo a tu alrededor, compartiendo y disfrutando de esta pasión que tan enganchado me tiene. Con el paso de los kilómetros, ese ambiente previo y festivo iba dejando paso a otro ambiente mucho más sereno, las caras ya no eran las mismas, el cansancio iba haciendo acto de presencia y cada uno buscaba su ritmo y su sitio para centrarse en su historia.... la mía personal, los seguidores de este blog ya la conocéis.
A mí paso por la Media Maratón todo seguía según lo previsto, sin mirar el reloj ni obsesionarme con marca alguna, conservador en el ritmo de carrera sabiendo que aún quedaba un mundo por delante e hidratándome correctamente en todos los puestos de avituallamientos fijados durante el trazado. Algunos de mis compañeros de viaje se habían quedado atrás y otros sin embargo iban por delante, yo tenía claro como debía seguir y no dejarme llevar por las emociones.
Con el kilómetro 30 llegamos a la parte más bonita del recorrido, el fantasma del famoso "Muro" lo tenía muy presente pero de momento sólo era eso, un fantasma, y así nos adentramos en el Parque de María Luisa y su impresionante Plaza de España, que por unos instantes consiguió que me olvidara de que estaba corriendo un maratón y me centrara más en el bello marco incomparable que tenía ante mis ojos. Dicho espectáculo visual y el fuerte apoyo de la gente, que durante casi todo el recorrido animaba sin parar, me ayudaron a que pasara esos momentos críticos sin demasiado sufrimiento, lo peor llegaría mas tarde.
Entrando ya en la zona de La Cartuja, exactamente kilómetro 39, mí cuerpo dijo basta, se acabó la gasolina, las piernas ya no me iban y por delante aún me quedaban 3 kilómetros que parecieron 300, ya no me valía nada, ni el ánimo de la gente, ni el agua o la bebida isotónica que ingería, iba sufriendo y en esos momentos ya sólo quería ver el estadio, terminar y cumplir el objetivo. Con la entrada al Estadio Olímpico, me afloraron tantos sentimientos en mí interior que necesitaría demasiadas líneas para explicarlos, en 3 horas 52 minutos y 16 segundos de tiempo real, crucé la gloria.
En definitiva, todo se lo debo a ella, a mí madre, ella es la fuente de energía que me motiva para correr, allá donde esté sigue mis pasos y estará contenta con este nuevo reto conseguido, alumbrándome y dándome fuerzas, como siempre hace, para que esto sólo haya sido el comienzo. Pero tampoco quiero olvidarme de otra persona, sería injusto hacerlo, me refiero a mí pareja, la madre de mí hijo, la que me aguanta día a día mis cambios de humor, mis agotados días de trabajo y entrenamiento, siempre con respeto y comprensión.
Una experiencia inolvidable, mágica, ya puedo decir con orgullo que he cumplido el sueño de ser un maratoniano, convencido de que a partir de ahora ya nada será lo mismo.
Un saludo.