Hablando esta mañana con un gran amigo y debatiendo sobre la forma en la que aprovechamos el poco tiempo libre del que disponemos o sobre si vivimos para trabajar o trabajamos para vivir, me planteaba este el hecho de que no llegaba a comprender como me podía apetecer salir del trabajo, llegar a casa cansado y aún así, ponerme las zapatillas y salir a correr, a las tantas de la noche, cuando hace frío, llueve o hace calor...después de mucho reflexionarlo (ya que incluso a mí a veces me cuesta entenderlo), he pensado sí explicarle o no, el principal motivo que me empuja cada día a practicar este deporte, que no es otro que el agradecimiento.
Desgraciadamente, hace poco tiempo y después de una larga lucha contra una terrible enfermedad que todos conocemos y de la que no quiero ni pronunciar su nombre, perdí a mí madre, el pilar fundamental que sujetaba mí vida, el faro que guiaba cada uno de mis pasos, la persona que más me ha querido y me querrá de una forma incondicional y gratuita.
Durante todo el oscuro y sinuoso camino que atravesé con ella desde la aparición de la enfermedad hasta su esperado final, sólo existía un momento durante el día, en el que encontraba cierta paz y sosiego, un único momento en el que conseguía dejarme llevar, en el que mis preocupaciones y temores se escondían para dejar aflorar mis buenos pensamientos, en el que aparecía mi optimismo por la vida, mis ganas de seguir apoyándola en su batalla personal contra la enfermedad....sorprendentemente, todas estas sensaciones aparecían cuando me ponía a correr, para desaparecer repentinamente cuando dejaba de hacerlo, volviendo nuevamente a la cruda realidad que me estaba tocando vivir. Jamás hubiera imaginado poder descubrir tan eficaz terapia y que tan buenos resultados me ha proporcionado.
La gente en general empieza a correr para estar en forma, para perder peso, para competir o para superarse así mismo...en mí caso, correr se convirtió en mí tratamiento, en mí dosis de cada día, gracias a la cual conseguía aceptar, soportar y superar mi drama personal. Hoy día, una vez asimilada (que no superada) la ausencia, mí terapia o tratamiento, se ha convertido en una sana adicción que ni puedo ni quiero dejar, esperando y deseando que me acompañe hasta que el cuerpo aguante.
Esta personal reflexión, he decidido finalmente no contársela a mí amigo, limitándome a comentarle que corro por mantenerme en forma y que sólo es cuestión de ponerse, perdiéndonos después en conversaciones varias sobre aspectos cotidianos y triviales de nuestras vidas..., sin embargo, se me ha quedado durante todo el día, revoloteando en mí mente, este pensamiento y necesitaba sacarlo...de esta forma, quizás, pueda mostrar a mucha otra gente que se encuentre o haya pasado por circunstancias personales similares, un camino hacia la luz, la esperanza y la felicidad...Correr!!.